Escuela de Fe

Crecimiento Espiritual

Mons. Rodrigo Romano

La Biblia provee un claro entendimiento acerca de que la fe verdadera produce buenos frutos. En su parábola de los terrenos y la semilla, el Señor Jesús enseñó que, mientras que los inconversos son estériles, los que son salvos llevarían fruto. En esta parábola, tres de cuatro suelos produjeron las plantas infructuosas, cuadros vivos de las recepciones de la palabra de Dios que nunca dieron lugar a la salvación.

En contraste, las plantas que dieron buen fruto prosperan en el buen suelo que representa un corazón redimido. Jesús dijo: “Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.” Mateo 13,23. Todos los que tienen fe son fructíferos, aunque no igualmente fructíferos. Cada uno produce a su tiempo y disposición personal, lo que no se admite es la infertilidad, la esterilidad.

Es la fe lo que está en el corazón de nuestra conciencia. Ahora, quiero darle una pequeña prueba que le ayudará a examinar su fe. Estoy convencido de que las iglesias están llenas de personas que tienen un tipo de fe que no las lleva a lugar alguno. Santiago le llamó una “fe muerta”. 2 Corintios 13:5 dice, “examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe”. Usted debe asegurarse de que su fe es real. Ahora, al examinarse usted mismo y se pregunte: “¿Soy Yo realmente un auténtico seguidor de Cristo? ¿Me he apropiado de este regalo que Dios me da? ¿He creído genuinamente?” ¿Qué es lo que debe buscar en su vida para discernir que su fe es real? ¿Cuáles son las marcas?

Ante todo, déjeme mostrarle algunas cosas que ni prueban ni niegan la fe salvadora. Voy a darle una pequeña lista de cosas que no prueban nada. Usted podría ser un buen discípulo de Cristo; o usted podría no ser un buen discípulo de Cristo, y aun tener estas cosas. No prueban ni niegan la fe salvadora, pero usted necesita saber lo estas son para que usted no sea engañado.

I. COSAS QUE NO PRUEBAN NI NIEGAN LA FE SALVADORA

1. Rectitud Visible – Mt. 19,16-21; 23-27

¿Qué quiero decir con eso? Bien algunas personas son simplemente buenas personas. Algunas de ellas son muy religiosas como los mormones que por fuera parecen personas muy moralistas, o católicos, o alguna otra clase de secta o religión. Algunas personas son simplemente buenas personas. Son honestas, son abiertamente confiables en sus tratos. Son personas agradecidas, son personas amables, y tienen una cierta moralidad visible externa. Por el camino, los fariseos ciertamente tenían su esperanza descansando sobre eso.

Esta persona es honesta en sus tratos con todo el mundo menos con Dios. Él no le robaría a nadie, pero sí a Dios. Es agradecido y leal para con todo el mundo, pero no con Dios. No hablaría despreciativamente ni censurablemente de nadie, pero sí de Dios. Tienen buenas relaciones con todos menos con Dios. Se parecen mucho a aquel joven rico que dijo: “Todas estas cosas las he guardado, ¿Qué me falta?” Esta es una rectitud visible, pero no necesariamente significa salvación. Las personas tratan de “limpiar sus actos” por medio de reformación mas que por regeneración.

2. Conocimiento Intelectual – Rm 1,21; 2,17ss

En segundo lugar, otra cosa que no aprueba o desaprueba la fe salvadora es el conocimiento intelectual. El conocimiento intelectual no prueba la fe verdadera. El conocimiento de la verdad es necesario para la salvación y la moralidad visible es fruto de la salvación, pero ni uno ni lo otro es igual a la salvación. Verá, usted puede saber todo acerca de Dios. Y usted puede saber todo acerca de Jesús, quién fue y que vino al mundo y murió en la cruz, que resucitó, y que El vendrá de nuevo. Y usted aún puede saber más de los detalles de Su vida. Usted puede comprender todo eso y darle la espalda a Cristo. Eso es lo que el escritor de Hebreos está advirtiendo a aquellos en Hebreos 6:46. Había personas en la iglesia que sabían todo de Dios y entendían las verdades del evangelio. Incluso tenía una medida de experiencia con la verdad del evangelio. Habían visto el ministerio del Espíritu Santo trabajando en las vidas de las personas y aun conociendo todo esto estaban aún paso del grave peligro de alejarse y rechazar a Cristo. En Hebreos 10 él les dice que están pisoteando la sangre de Cristo al no creer lo que ustedes saben que es cierto.

3. Envolvimiento Religioso – Mt 25,1-10

En tercer lugar, el envolvimiento religioso. El envolvimiento religioso no es necesariamente una prueba de la fe verdadera. Según Pablo, hay personas que poseen una apariencia (una simple apariencia externa) de piedad pero que han negado el poder de la misma. Tienen una forma vacía de religión. Jesús ilustró esto cuando habló de las vírgenes en Mateo 25. Esperaron, y esperaron, y esperaron la llegada del novio, el cual es Cristo. Incluso aun cuando esperaron por mucho tiempo, cuando El vino no entraron con El. Tenían todo, pero les faltaba el aceite en sus lámparas. Aquello era lo más necesario no lo tenían. El aceite, probablemente es el referencial emblemático de la nueva vida, la morada del Espíritu Santo. No eran regenerados. Eran religiosos, pero no regenerados.  

4. Ministerio Activo – Mt. 7,21-24

El cuarto, es el ministerio activo. Es posible ser activo y aun tener un ministerio público de servicio a los hermanos, y aun no poseer una fe genuina. Balaán era un profeta que resultó ser falso (Deuteronomio 23:3-6). Saulo de Tarso (más tarde se convirtió en el apóstol Pablo) pensaba que servía a Dios cuando mataba a los cristianos. Judas era un predicador público y uno de los doce discípulos de Cristo, pero él era un apóstata. En Mateo 7:22-23 Jesús dijo: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” Aquellos a quienes Jesús les habló habían tenido un ministerio público y activo, pero Jesús les dijo que nunca los había conocido. Palabras soberbias de hecho.

5. Convicción de Pecado – Hechos 24,25; Mat. 27,3-5

Por sí misma, la convicción de pecado no es prueba de la salvación. En este mundo hay gente llena de culpabilidad. Muchos incluso se sienten mal por su pecado. Félix tembló bajo convicción en la predicación del apóstol Pablo, pero él nunca hizo a un lado sus ídolos o se volvió a Dios (Hechos 24:25). El Espíritu Santo obra para convencer a los hombres de pecado, de justicia, y juicio, pero muchos no responden en arrepentimiento verdadero. Algunos pueden confesar e incluso abandonar los pecados que los hacen sentir culpables. Ellos dicen: “No me gusta vivir de esta manera. Yo quiero cambiar” Pueden enmendar sus caminos, pero aun faltarles la fe genuina salvadora. Eso es una reforma externa, no una regeneración interna. Ningún grado de convicción de pecado es una conclusiva evidencia de la fe salvadora. Aun los demonios tienen convicción de sus pecados por eso es que tiemblan, pero ellos no son salvos.

6. Seguridad – Mt. 23

Algunas personas dicen, “Pues Bien, debo ser un hombre de fe, porque siento que lo soy. Yo creo que si soy un buen católico”. Pero eso es un razonamiento falso. Si creer que uno es católico es señal de que alguien es cristiano, entonces por definición, no sería posible ser un no-cristiano engañado y esto no encajaría en todo el punto del engaño de Satanás. Él quiere que las personas que no son realmente salvas piensen que sí lo son. Satanás ha engañado a múltiples de millones de personas religiosas en pensar que son salvas cunado aun cuando no lo son. Ellos podrían decirse a sí mismos: “Dios no me condenaría. Me siento bien conmigo mismo. Tengo seguridad. Estoy bien”. Pero eso no significa nada.

7. Un Momento de Decisión – Lc. 8:13,14

Muy a menudo, las personas dicen algo como lo siguiente: “Pues Bien, yo sé que soy un católico de verdad, porque fue bautizado.” Óh “recuerdo cuándo hice una oración de mi confirmación      ”. “Recuerdo cuándo caminé por el pasillo” óh “recuerdo cuando pasé al frente”. Una persona puede recordar exactamente cuando sucedió y donde estaba cuando aquello sucedió, pero no necesariamente significa algo. Nuestra salvación no se comprueba con un momento en pasado. Muchas personas han hecho oraciones, han pasado al frente en los servicios de la iglesia, han tomado los sacramentos, han pasado a la oración de sanación, liberación, han sido bendecidas por el poder de la oración, sin aun experimentar una verdadera fe salvadora.

II. NUEVE CONDICIONES QUE PRUEBAN UNA VERDADERA FE PROFETICO-SALVADORA FRUTO/PRUEBAS DEL VERDADERO/AUTENTICO SEGUIMIENTO DE CRISTO

1. Amor a Dios (Salmo 42,1; 73,25; Lucas 10,27; Romanos 8,7)

En primer lugar, un profundo y permanente amor a Dios es una de las evidencias supremas de la verdadera fe salvadora. Esto va hacia el corazón del tema. Romanos 8:7 dice: “ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios [hostilidad, odio], porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo”. Por tanto, si el corazón del hombre está en enemistad con Dios no hay una base para afirmar la presencia de una fe salvadora. Aquellos que verdaderamente son salvos aman a Dios, pero aquellos que están molestos con Dios y Su soberanía, internamente están en rebelión contra Dios y Su plan para sus vidas. Pero la persona regenerada ama al Señor con todo su corazón, alma, mente y fuerza.

Su dicha esta en las infinitas excelencias de Dios. Dios se ha vuelto su principal fuente de felicidad y satisfacción. Busca de Dios y tiene sed del Dios viviente.

Por cierto, hay una gran diferencia entre tal amor para con Dios y la actitud egoísta que se centra solo en mi propia felicidad y ve a Dios como un medio de realización y ganancia, en vez de verme como un medio para glorificarle. La fe verdadera no cree en Cristo para que Cristo lo haga a uno feliz. El corazón que verdaderamente ama a Dios deseará agrada a Dios y glorificarle. Jesús enseñó que, si alguien ama a su padre y a su madre más que a Cristo, no es digno de Él. Jesús lo dice así:

“El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.” Mateo 10,37-39

¿Ama usted Dios? ¿Ama usted Su naturaleza? ¿Ama usted Su gloria? ¿Ama usted Su nombre? ¿Ama usted Su Reino? ¿Ama usted Su Santidad? ¿Ama usted Su voluntad? El amor supremo para Dios es una prueba decisiva de la fe verdadera. ¿Su corazón se eleva cuándo le canta alabanzas – porque usted le ama?

2. Arrepentimiento de Pecado Salmo 32,5: Proverbios 28,13; Romanos 7,14; 2 Corintios 7,10; 1 Juan 1,8-10

Un amor correcto hacia Dios debe implicar necesariamente un odio por el pecado que conduzca al arrepentimiento. Esto debería ser evidente. ¿Quién no entendería eso? Si verdaderamente amamos a alguien, buscaríamos su mejor interés. Su bienestar es nuestra mayor preocupación. Si un hombre le dice a su mujer: “te amo, pero no tengo el menor interés en lo que te suceda” justamente cuestionaríamos su amor por ella. El verdadero amor busca el mayor bien de su objeto. El pecado es blasfemo a Dios. El pecado maldice a Dios. El pecado pretende destruir a la obra de Dios y Su reino. No puedo amar a Dios sin odiar aquellos que intentan destruirle. El verdadero amor por Dios, por lo tanto, se manifestará a través de la confesión y el arrepentimiento.

3. Humildad Genuina Salmo 51,17; Mateo 5,1-12; Santiago 4,6,9)

La fe salvadora se manifiesta en una humildad genuina. Jesús dijo que bienaventurados son aquellos que son pobres en espíritu, y aquellos que lloran [por su pecado] y aquellos que son mansos y aquellos que tienen hambre y sed de justicia (Mateo 5:3-6) – todas son marcas de humildad. En Mateo 18, Jesús dijo: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.” La verdadera fe salvadora viene como un pequeño niño dependiente. El salvo no es el hombre que está lleno de sí mismo sino del hombre que se niega a sí mismo, toma su cruz cada día y sigue a Cristo (Mateo 16:24). En el Antiguo Testamento vemos que el Señor recibe a aquellos que vienen con un espíritu contrito y humillado. (Salmo 34,18; 51,17; Isaías 57,15; 66,2). Santiago escribe: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (St. 4:6). Debemos venir como el hijo pródigo. Recuerde lo que él dijo a su padre en Lucas 15: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo” (v.21). Aquellos que poseen una verdadera fe salvadora no vienen jactanciosamente ante Dios con sus logros religiosos o espirituales. Vienen con manos vacías en humildad genuina.

4. Cuidado por la Gloria de Dios (Salmo 105,3; 115,1; Isaías 43,7; 48,10; Jeremías 9,23, 24; 1 Corintios 10,31)

La verdadera fe salvadora es manifestada por un verdadero cuidado y atención por la gloria de Dios. Cualquier cosa que el creyente haga, ya sea comer o beber su deseo es ver a Dios glorificado. No es la perfección de la vida de uno, sino la dirección de la vida la que proporciona la evidencia de la regeneración.

5. Oración Intensa de Fe (Lucas 18,1; Efesios 6,18; Filipenses 4,6; 1 Timoteo 2,1-4; Santiago 5,16-18)

La oración humilde, sumisa y creyente es una marca de la fe verdadera. Clamamos: “Abba, Padre” porque el Espíritu gime dentro de nosotros. Una vez predique un sermón titulado: “Los Hipócritas son Deficientes En el Deber de la Oración Secreta”. Es cierto. Los hipócritas pueden orar públicamente, porque eso es lo que quieren hacer los hipócritas. Su deseo es impresionar a las personas, pero son deficientes en el deber de la oración secreta.

6. Amor Abnegado (1 Juan 2,9; 3:14; 4,7)

Una característica importante de la verdadera fe salvadora es un amor abnegado. Santiago dice: “Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis” St. 2:8. Juan escribió: “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo puede habitar el amor de Dios en él?”.

7. Separación del mundo (1 Corintios 2,12; Santiago 4,4; 1 Juan 2,15-17, 5,5)

Positivamente, los creyentes son marcados por un amor hacia Dios y hacia los demás creyentes. Negativamente, el cristiano es caracterizado por una falta de amor hacia el mundo. Los verdaderos creyentes no son aquellos que son gobernados por los afectos del mundo, sino por su afecto y devoción hacia Dios y Su reino.

En 1 Corintios 2:12 Pablo escribió que: “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido”.

8. Crecimiento Espiritual Gradual (Lucas 8,15; Juan 15,1-6; Efesios 4,12-16)

Los verdaderos creyentes crecen. Cuando Dios comienza una verdadera obra de salvación en una persona, El termina y perfecciona esa obra. Pablo expresó esa seguridad cuando escribió Filipenses 1:6 “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”.

9. Obediencia (Mateo 7,21; Juan 15,14; Romanos 16,26; 1 Pedro 1,2;,22; 1 Juan 2,3-5)

Una vida obediente no es uno de los conductos opcionales dados a los creyentes para andar. Todos los creyentes están llamados a una vida de obediencia. Jesús enseñó que todos los pámpanos que permanecen en El llevan fruto (Juan 15,1-8). Pablo escribe que los creyentes: “somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10). Esto habla de obediencia. Somos salvos para la obediencia de la fe  1 Pedro 1,2.

El Poder de la Oración

La oración es nuestra fortaleza en todo momento y en todo lugar. El que ora fácilmente descubrirá la potencia del dialogo consigo mismo y con Dios. La oración es un dialogo de fe entre nosotros, nuestra consciencia de amor, nuestra confianza y esperanza con Dios. 

La oración es la clave para la vida espiritual, es la clave para el desarrollo de nuestra alma y obviamente la clase esencial para toda clase de superación y madurez humano-moral. San Agustín dijo algo muy impresionante sobre la oración:

«El que ora bien, vive bien; el que vive bien, muere bien; y el que muere bien, está completamente bien».

San Alfonso reitera el mismo principio:

«El que ora mucho será salvado; el que no ora será condenado; el que ora poco pone en riesgo su salvación eterna».

El mismo santo afirmó que no hay ni personas fuertes ni personas débiles en el mundo, sino aquellos que saben cómo orar y aquellos que no. En otras palabras, la oración es nuestra fortaleza en todo momento y en todo lugar.

Nos gustaría ofrecer diez palabras de ánimo para ayudarnos en la carrera hacia el cielo a través del esfuerzo de crecer en la vida de oración.

1. Convicción o determinación

No existe una persona exitosa en este mundo en cualquier empresa que no haya sido animado por la firme determinación de alcanzar su meta. Súper atletas, músicos exitosos, maestros expertos y escritores nunca alcanzaron la perfección solamente por un deseo, sino por la firme y tenaz convicción de alcanzar su meta – ¡pase lo que pase!

Santa Teresa de Ávila dijo: «Debemos tener una firme determinación para nunca dejar de orar».

Si realmente creemos desde las profundidades de nuestros corazones en los tesoros invaluables que fluyen de la oración, ¡deberíamos fijarnos como meta en esta vida el crecer constantemente en la oración! Quien ora abre un gran tesoro de allí toma de sus riquezas. La oración renueva, descansa, ensena, desacelera, apacigua, anima y santifica.

2. El Espíritu Santo como Maestro de la vida interior

San Pablo dice que nosotros no sabemos en realidad orar como deberíamos, pero que es el Espíritu Santo que intercede por nosotros como Maestro Interior. Romanos 8,26. Con María, los Apóstoles pasaron nueve días y noches orando y haciendo ayuno y se vieron empapados del poder que viene de lo alto – el Espíritu Santo.

Antes de iniciar cualquier período de oración formal, ¿por qué no invocar a la Persona del Espíritu Santo para ayudarte en tus debilidades? Durante el transcurso de tu tiempo de oración, ¿por qué no pedir la presencia del Espíritu Santo para iluminar tu mente y encender tu corazón? Él está más cerca de lo que tú estás consciente. Si estás en estado de gracia, Él habita en tu corazón.

3. Tiempo, lugar, voluntad y silencio

Como en cualquier arte, nosotros aprendemos con la práctica. ¡Esto también aplica a la oración! Para aprender a orar debemos tener un tiempo fijo, un buen lugar, voluntad de nuestra parte y silencio. El dicho es tan cierto para los deportes como para la oración: «La práctica hace la perfección».

4. Hacer Penitencias

Puede suceder que nuestra oración se vuelve insípida, aburrida, sin vida, anémica y estancada por muchas razones. Una posible razón puede ser una vida de sensualidad, indulgencia, glotonería y simplemente vivir más de acuerdo a la carne que al espíritu. Como San Pablo nos recuerda, la carne y el espíritu se oponen mutuamente. Jesús pasó cuarenta días y cuarenta noches orando y haciendo ayuno. Los apóstoles pasaron nueve días y nueve noches orando y haciendo ayuno. Uno no puede alcanzar una vida mística seria guiada por el espíritu, si no ha pasado por la vida ascética que implica negarse a sí mismo, mortificación y penitencia.

Un ave necesita dos alas para volar; de igual manera los seguidores de Cristo. Para volar alto en la vida mística las dos alas necesarias son la oración y la penitencia.

Si no tienes experiencia en la vida penitencial, consulta a un buen director espiritual y ¡comienza con pequeños actos de penitencia para acumular la fuerza de voluntad necesaria para los actos más heroicos de penitencia! Si nunca antes has corrido, ¡comienza con una calle y continúa hasta alcanzar un kilómetro!

5. Dirección espiritual

Los atletas necesitan entrenadores; los estudiantes necesitan maestros; los maestros necesitan mentores para aprender el arte. De igual forma, los guerreros de la oración deben tener una forma de guía y esto se llama dirección espiritual. San Ignacio de Loyola insistió en ver la vida espiritual como un viaje de acompañamiento. Santa Teresa de Ávila tuvo a varios santos dirigiéndola en su largo y doloroso viaje hacia la perfección – San Juan de la Cruz, San Pedro de Alcántara y San Francisco Borgia.

Hay muchos obstáculos en el viaje espiritual, especialmente cuando uno busca una vida de oración más profunda; por esta razón tener un director espiritual con experiencia, que conozca las trampas del demonio, los riesgos que están siempre presentes, y los peligros puede ayudarnos a crecer continuamente en santidad a través de una vida de oración más profunda y auténtica.

6. Oración y acción

Santa Teresa de Ávila indica que el auténtico crecimiento en la oración se comprueba con el crecimiento en la santidad y esto significa por medio de la práctica de la virtud. Jesús dijo que por medio de los frutos conoceremos al árbol. De igual manera, una auténtica vida de oración florece en la práctica de virtudes: fe, esperanza, caridad, puridad, amabilidad, servicio, humildad y un constante amor por el prójimo y la salvación de su alma inmortal. Nuestra Señora es un modelo en todo momento, pero especialmente en la conexión íntima entre la contemplación y la acción. En la Anunciación, admiramos a María absorta en oración; luego en el siguiente misterio (la Visitación) ella sigue la inspiración del Espíritu Santo de servir a su prima en una misión de amor. En verdad podemos llamar a María «Contemplativa en acción».

7. El estudio: leer en la oración

Santa Teresa de Ávila no permitía, en el convento de las Carmelitas, mujeres que no pudieran leer. ¿Por qué? La sencilla razón era que ella sabía lo mucho que uno puede aprender sobre diversos temas, pero especialmente sobre la oración a través de una sólida lectura espiritual. ¡Encuentra buena literatura sobre la oración y lee! ¡Cuántas ideas de gran utilidad nacen a través de una buena lectura espiritual!

8. Los Retiros

Una forma más propicia para realmente profundizar en la oración es destinar algún tiempo para un período prolongado de oración; a esto se le llama un retiro espiritual. Uno de los estilos de retiros más eficaces son los retiros ignacianos. Puede durar hasta un mes, u ocho días, o incluso un retiro de un fin de semana puede probar ser extremadamente valioso. Viendo a los Apóstoles sobrecogidos con el trabajo, Jesús les exhortó: «Retírense un tiempo y descansen…» Este descanso que Jesús menciona ha sido interpretado como una llamada a un retiro espiritual. La oración descansa y tranquiliza el alma.

9. Confesión y oración

A veces, la oración puede resultar extremadamente difícil debido a una consciencia sucia. Jesús dijo:

«Felices los de corazón limpio, porque verán a Dios». (Mt, 5,8)

Luego de una buena confesión, en la que la Preciosa Sangre de Jesús lava nuestras almas y limpia nuestras consciencias, el ojo interior del alma puede ver y contemplar la cara de Dios con mayor claridad.

10. Nuestra Señora y la oración

Como hemos mencionado, es de mucha importancia el Espíritu Santo como nuestro Maestro Interior, y de igual manera deberíamos rogar a María que ore por nosotros y con nosotros cada vez que dedicamos tiempo y esfuerzo a la oración. María es la mujer presente en la vida de Jesús en todos los momentos de su existencia entre nosotros, de igual manera ella es nuestro modelo de obediencia, fe, servicio, intercesión junto a su hijo y es ella la madre que recibimos de Jesús al pie de la cruz. Como Jesús convirtió el agua en vino en Caná a través de la intercesión de María, así ella puede ayudarnos a convertir nuestra oración insípida y sin sabor en una dulce devoción.

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