La Persona de Cristo

La persona de Cristo
Misión Católica del Divino Nazareno
Mons. Rodrigo Romano

  1. El cristianismo es Cristo
    Cristo mismo llamaba la atención de las gentes hacia su Persona, declarando que verle a él equivalía a
    ver al Padre, conocerle era conocer a Dios, y que él mismo era «Camino, Verdad y Vida», sin el cual
    nadie llegaría al Padre (Jn 14:5-11). Cristo es el centro de la revelación Divina.
    La Persona que se retrata por medio de los relatos evangélicos
    Dejemos por el momento los datos que Mateo y Lucas nos ofrecen sobre el nacimiento del Señor y el
    significado de la encarnación, para concentrar nuestra atención en la Persona que se nos presenta
    cuando meditamos en todos los incidentes y enseñanzas que recogen los cuatro evangelistas. Es
    evidente que no podemos llegar a conocer a una persona humana a no ser que establezcamos un trato
    íntimo con ella, lo que nos proporciona la oportunidad de fijarnos en lo que hace, lo que dice y, sobre
    todo, en cómo reacciona ante otras personas y frente a las diversas coyunturas de la vida. Quedamos
    maravillados ante la sabiduría y gracia de Dios al proveer para nosotros los incidentes de los
    Evangelios, ya que la consideración de ellos nos pone en contacto personal con Cristo. Es evidente la
    importancia de las obras del Señor, como también la de sus sencillas y profundas palabras; pero, sobre
    todo, hemos de fijarnos en las actitudes que adopta para que podamos discernir «la mente de Cristo».
    Plena conciencia de su propia autoridad
    La Autoridad de Jesús: Después de las enseñanzas del Sermón del Monte los oyentes se asombraron
    «porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas» (Mt 7:29). Él interpretaba
    el Antiguo Testamento como Autor de los escritos sagrados (por su Espíritu), y complementaba la
    interpretación mediante conceptos relacionados con su propia Persona y Obra, pudiendo decir como
    última autoridad, «mas YO os digo».

 Autoridad contra los espíritus malignos: Igualmente ejercía plena autoridad frente
a los espíritus malignos, ante el asombro de la gente (Mr 1:21-28).
 Controlaba los vientos y el mar embravecido (Mr 4:35-41), o sea, las fuerzas de la
naturaleza. Ningún potentado del mundo era capaz de estorbar el cumplimiento
de su misión (Lc 13:31-33).
 Aun durante la Semana de la Pasión el Señor Jesucristo controlaba la situación
hasta en sus mínimos detalles, y procurando los jefes del judaísmo juzgarle a él,
era él quien les juzgaba a ellos.
 Frente a la muerte, enemigo invencible que el hombre jamás pudo dominar,
declaró: «Yo soy la Resurrección y la Vida», probando su aserto por llamar a
Lázaro de la tumba (Jn 11).
 La victoria sobre el pecado y la muerte por medio de la Cruz y la Resurrección
consolidó su autoridad frente a la humanidad, y la comisión de evangelizar a

todos fue precedida por la declaración: «Toda autoridad me ha sido dada en el
cielo y sobre la tierra» (Mt 28:18-20).
 Una perfecta expresión de amor y de gracia

Recordemos:
 Sobre las llagas del leproso (Mr 1:40-44),
 Que consoló a la viuda aun antes de devolverle su hijo ya resucitado (Lc 7:11-17)
 La bendición que recibió la mujer «pecadora» en la casa de Simón el fariseo (Lc 7:36-50)
 Quiso ser huésped de Zaqueo, pese a la excomunión que pesaba sobre él por ser publicano.
 Su misión de buscar y salvar lo que se había perdido (Lc 19:1-10).
 Ofreciendo seguridad de Vida eterna al ladrón «Hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23:39-
43)
 Revelación del Padre – «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jn 14:9). Un hecho tan
complejo en el detalle y a la vez tan sublime en su conjunto singular exige una explicación, de
modo que, aun sin el testimonio histórico sobre la encarnación, tendríamos que suponer una
entrada única y divina en la raza humana que correspondiera a los múltiples datos del
ministerio del Señor en la tierra. Tal Persona era Hombre, pero, a la vez, era mucho más que
Hombre.
Su humanidad real
 «¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo es que
ahora dice: Del cielo he descendido?» (Jn 6:42).
 Las experiencias normales de la vida humana.

  1. Nació de madre humana,
  2. Creció en sabiduría y en edad;
  3. Padecía hambre, sed y cansancio;
  4. comía, bebía y dormía.
  5. En la parte psicológica era hombre, ya que se gozaba en espíritu,
  6. Se afligía ante impresiones dolorosas y deseaba la compañía y comunión de sus
    discípulos en la hora de su agonía.
  7. Fue tentado por el diablo, pero sin ceder ante el empuje del enemigo, y, como
    Siervo del Señor en la tierra,
  8. Llevaba una vida caracterizada por la oración y la fe, pues nunca empleó su poder
    divino para eludir las consecuencias de su humanidad.
  9. Por fin murió y fue sepultado. Su humanidad no cesó por el hecho de la
    Resurrección, sino que permanece glorificada a la Diestra de Dios (1Ti 2:5).

Su divinidad real
 «Antes que Abraham fuese, YO SOY», declaró Cristo ante los judíos enemigos, quienes, en
consecuencia, tomaron piedras para lapidarle (Jn 8:58-59).
 «Yo y el Padre una cosa (esencia) somos», insistió el Señor después del discurso sobre el Buen
Pastor, y de nuevo los judíos entendían que reclamaba igualdad con Dios, volviendo a
amenazarle con piedras por blasfemo (Jn 10:30-33).

 Ya hemos notado las profundas enseñanzas de (Jn 14:5-11); de igual forma la oración del Señor
que se conserva en (Jn 17) es incomprensible fuera de la plena conciencia que el Señor tenía de
su unión esencial y peculiar con el Padre. Todo cuanto el Hijo hace en el curso de su misión
nos impulsa a honrarle como honramos a Dios, y el que no lo hace, deja de honrar al Padre
(Jn 5:22-23).
 Si no confesamos la plena deidad de Cristo, sus palabras recogidas en (Mt 11:27) carecen de
sentido: «Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo sino el
Padre; ni al Padre conoce alguno sino el Hijo y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar».
Llegamos a las profundidades del Ser del Trino Dios, donde los secretos se comparten entre
Padre, Hijo y Espíritu Santo (1 Co 2:10-11).
 La intensa luz de la gloria de Dios se vuelve en tinieblas ante los ojos de los hombres sin esta
obra reveladora del Hijo y del Espíritu Santo.
Las invitaciones del Señor y el perdón de los pecados
 Clarísima expresión en (Mt 11:28): «Venid a Mí todos los que estáis cansados y cargados, y YO
os haré descansar».
 Sólo en Cristo se halla la solución a todos los problemas humanos, y es preciso acudir a él para
el remedio de todos los males.
 La invitación de (Jn 7:37-39): «Si alguno tiene sed, venga a mi y beba. El que cree en mí…». El
era la Roca de donde fluía agua viva, según las figuras del Antiguo Testamento, cumplidas sobre
todo en el Día de Pentecostés. manifestado en carne. Una cuidadosa lectura de Juan capítulos 3
a 11 hará ver que no hemos citado casos excepcionales, sino típicos, ya que, repetidamente,
Cristo se puso a la disposición de las almas con el fin de que recibieran la vida eterna.
 Los escribas que presenciaron la curación del paralítico (Mr 2:1-12) tenían mucha razón al
razonar: «¿Quién puede perdonar pecados, sino uno solo, Dios?».

La doctrina de la encarnación
 La Biblia dirige nuestra atención a la intervención de Dios en la historia de los hombres, y este
concepto nos libra de ser prisioneros de un proceso natural, mecánico y determinista. El que
creó al hombre y mantiene la raza por medios tan maravillosos bien puede ordenar de modo
especial la entrada del Hijo en el mundo con el fin de participar en la «carne y sangre» de la
raza y a los efectos de llevar a su consumación el plan de la redención. ¿Es tan increíble,
aceptando este postulado para un caso único, que el óvulo de la mujer María, entonces virgen,
fuese fecundado por la potencia del Espíritu vivificador? Notemos que no aceptamos
«partenogénesis» (concepción sin la intervención de los dos sexos) como método normal en la
raza humana, sino que nos limitamos a lo que Dios ha revelado en cuanto a este único caso del
Señor Jesucristo, manifestado posteriormente como Dios y Hombre.
 Ya hemos visto que la Personalidad del Señor Jesucristo es única y peculiar, con
manifestaciones de una humanidad cabal, además de las de la plenitud de la Deidad.
Los Evangelistas Mateo y Lucas (Mt 1:18-25) (Lc 1:26-38) (Lc 2:6-7) hacen constar el hecho del
nacimiento virginal del Señor del mismo modo en que historian los demás incidentes de la vida de

Cristo, sobre la base de información fidedigna recogida de José y María. Un acontecimiento no se
verifica por ser más o menos normal o creíble, sino por el valor del testimonio que lo garantiza. No hay
nada en las narraciones que dé la menor impresión de que se trata de una mera fantasía o leyenda.
 «Unigénito» y «Primogénito»
 El Señor Jesucristo es el Verbo Creador Revelador del Padre y Creador de todas las cosas, en forma
más desarrollada en el Evangelio de Juan, escrito ya al final del primer siglo, que no en los sinópticos
que reflejan el testimonio temprano, siendo básicas las declaraciones de (Jn 1:1-4,14,17,18). «Sin él
nada de lo que ha sido hecho, fue hecho»,
 El Señor Jesucristo es el Redentor de los hombres y Consumador del plan de Dios.

 El Apocalipsis, bajo formas simbólicas, muy transparentes a veces, presenta al Cordero que triunfa
sobre el mal e introduce el Reino de Dios en su plenitud, sacando a luz por fin toda la Nueva Creación.
El Hijo nacido según la profecía de (Is 9:6), que era: «Admirable Consejero, Dios fuerte, Padre Eterno,
Príncipe de paz».

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *